viernes, 18 de marzo de 2016

UN INTRUSO EN EL BLOG: ARQUITECTO COMPAÑERO

De vez en cuando no seremos nosotras las que escribamos en el blog; invitaremos a compañeros, amigos, familiares, un intruso, para que cuenten experiencias y vivencias propias.
Este primer caso es nuestro compañero Adolfo, que nos aguantó a las dos durante un curso (y nosotras a él) y nos conoce, y que apunta maneras como muy buen arquitecto, así que quien mejor para comenzar con esta nueva sección del blog.

PERSEVERAR

Y de repente te paras, miras alrededor y te das cuenta cómo ha cambiado tu vida; ésta suele llevarte por caminos que ni siquiera te imaginas y que quieras o no te marcan para siempre.
Hace unos años tuve la suerte de empezar a trabajar como becario en Donarie Arquitectos que, para los que no lo conocéis, es un estudio de arquitectura en un bajo comercial en la calle Velarde de Sevilla.
En este pequeño espacio conviven dos empresas: Donaire Arquitectos y Persevera producciones, ambas estrechamente relacionadas puesto que una se encarga de la arquitectura y otra del diseño de interiores, dirigidas bajo la tutela del que ha sido mi jefe todo este tiempo.
Perseverar. Esperar el momento en el que te sientes con confianza, saber ver y valorar cuando te dan la oportunidad y luchar por hacerlo lo mejor posible. Ser capaz de asumir responsabilidades y creer en ti mismo y en tus conocimientos; nunca te habías parado a pensarlo pero son muchos; de repente te das cuenta de cuanto has aprendido en la escuela.
Y aparece, de la nada, sin comerlo ni beberlo estás viviendo en una etapa de tu vida que marcará el devenir del resto de ella. Estás en tu punto de inflexión. A partir de este momento, aprendes a ver la arquitectura, el diseño, la obra, y la vida en general, de una forma completamente distinta.
Tras las vacaciones de mis compañeros, me quedé con el proyecto Torres y Garcia, un restaurante en la calle Harinas del mismo grupo que Ovejas Negras, Tatapila, La chunga y Mamarracha.
Porque en la escuela te enseñan conceptos, no detalles, no definición y por supuesto, nunca podrán enseñarte la realidad de tu profesión.



La obra se convierte en tu bien más preciado. Raro es el día en el que no apareces por ella, aunque sólo sea porque estás de pasada y vas a echar un vistazo.
Fotografías, analizas, das algunas indicaciones; la ves madurar, crecer y empezar a dar la forma deseada, porque es una entrega “llave en mano”, y hasta el último detalle es importante.
Entras en cuestiones de diseño, de enfrentamientos materialísticos y de, en este caso particular, de diagonales. La esencia del proyecto es la irregularidad de la planta, de los dos grandes muros que se entrelazan y generan un espacio único.
Los diferentes ambientes, cada uno de una identidad única: una terraza, un patio interior, una sala imperial con una mesa de diseño, los tragaluces, la barra de pizza… mires donde mires puedes imaginarte que estar en un lugar que nada tiene que ver con el anterior.
Pensar en sillas, mesas, lámparas, los focos dimerizables… hablar con proveedores, enfadarte con alguno e incluso en obra mandar lejos, aunque con educación, a algún albañil… es un regalo, mágico, donde te encuentras en tu salsa y aprovechas para empaparte de todo lo que necesitar aprender… no quieres que se acabe.

Y sobre todo, darte cuenta de que una obra, un proyecto, un diseño, es mucho más complejo de lo que parece. Y ahí es donde se encuentra el verdadero significado de la arquitectura… ser capaz de unir un todo, una idea de proyecto y materializarla; sentirte bien contigo mismo. Porque nuestra profesión tiene eso, que cuando se acaba el proyecto, es cuando empieza lo bueno.

Persevera, mantente constante, aúna tus idas y venidas de la cabeza y échale ganas a la vida porque vas a ser capaz de ver  un pensamiento hecho realidad, terminado; una idea creativa, con mayor o menor acierto, pero que ha salido de tu cabeza, convertido en realidad… ésa es la grandeza de la arquitectura.

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